La participación ciudadana es vital para conservar la vida silvestre en la Amazonía ecuatoriana
Noticias La participación ciudadana es vital para conservar la vida silvestre en la Amazonía ecuatoriana
25 Junio 2024
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El tráfico de vida silvestre es un delito considerado el cuarto más lucrativo entre los negocios ilegales. Enfrentarlo requiere acciones conjuntas de múltiples actores, entre ellos, los centros dedicados al cuidado y protección de especies, donde la participación comunitaria cumple un papel destacado. Este es el caso del Centro Ecológico Zanja Arajuno, en la selva alta de la provincia de Pastaza.

“Cada ser vivo, por más diminuto que sea, tiene una función en el ecosistema, es parte de una cadena de eventos y cumple un objetivo que permite el equilibrio del planeta”, señala Lucero Mora, ingeniera zootecnista del Centro Ecológico Zanja Arajuno. Lo dice sentada bajo la sombra de un chozón de paja en el bosque del Alto Amazonas, en Pastaza, la provincia más grande de Ecuador, con más de 29.000 km², y la más rica en biodiversidad. Lo que dice Lucero no es solo su sentir personal. Es parte de la reflexión colectiva de quienes laboran allí, quienes con orgullo se definen como trabajadores de la biodiversidad.

“El conocimiento sobre los recursos del bosque lo tienen los pueblos, sin eso es imposible hacer conservación; hay que indagar sobre la dinámica de cada especie en su conjunto, estudiar la ecología del bosque”, se lee en un material de difusión al que accedimos al visitarlos.

No se trata de una reflexión aislada en un contexto como el amazónico, en el que los problemas derivados de delitos ambientales son cada vez mayores: ampliación de la frontera minera y petrolera, pérdida y degradación de ecosistemas, cambio de uso del suelo por agronegocios, concesiones hidroeléctricas son amenazas en la zona donde el centro desarrolla sus actividades. A este escenario se suma un problema más: el tráfico ilegal de fauna silvestre.

No hablamos de un delito común. Expertos consultados para este reportaje concuerdan en que el tráfico silvestre está vinculado con crímenes como el narcotráfico y el tráfico humano. Pamela Arias, coordinadora de la estrategia de combate al tráfico de vida silvestre de Wildlife Conservation Society (WCS) – Ecuador, anota que el tráfico de vida silvestre es el cuarto delito más lucrativo a nivel internacional, después del tráfico de armas, personas y estupefacientes. Mientras que Paul Aulestia, especialista en conservación y medio ambiente de la Unidad de Vida Silvestre del Ministerio de Medio Ambiente, Agua y Transición Energética (Maate), asegura que solo entre enero y abril de 2024, se han rescatado 700 animales. “El tráfico se incrementa cada vez más, es como cualquier otra modalidad de tráfico ilícito”, destaca.

Desde que se tipificó el delito de tráfico de especies en el Código Orgánico Integral Penal (COIP), hace aproximadamente cinco años, se han incautado 25.000 animales. En el 2022, la Unidad de Policía Medioambiental (UPME) rescató 6.817 individuos de fauna silvestre, recuerda Tarsicio Granizo, exministro de Ambiente y actual director de World Wildlife Fund (WWF) – Ecuador. Esta cifra es muy elevada para un país pequeño como Ecuador, si se considera que, en una región amazónica mucho más grande como la peruana y en un periodo mucho mayor (2000-2018), se decomisaron 79.025 ejemplares, según un reporte del proyecto Prevenir Amazonía. “Solo se han judicializado unos 100 casos y resuelto 4. La UPME cuenta con 234 policías y esto resulta insuficiente si solo existen 2 fiscales ambientales especializados en el tema en el país”, enfatiza.

Zanja Arajuno, trabajadores de la biodiversidad

Lucero Mora, de origen colombiano, lleva 24 años en la Amazonía ecuatoriana, donde trabaja en la investigación de recursos propios amazónicos, manejo y conservación de fauna silvestre, educación ambiental y desarrollo de las comunidades rurales. El Centro Ecológico Zanja Arajuno se ubica en la provincia de Pastaza, a la altura del kilómetro 32 de la vía Puyo-Tena. El trabajo del centro se fundamenta en la filosofía del uso y manejo territorial equilibrado y milenario practicado por las poblaciones kichwa de Pastaza y el desarrollo alternativo basado en la gestión de los recursos biológicos propios, íntimamente entrelazados con la identidad cultural y social de sus pueblos.

Localizado en uno de los últimos remanentes de la frontera de colonización, con características ecológicas y biológicas importantes que permiten a la fauna encontrar un refugio donde puedan habitar, el centro trabaja con la comunidad campesina Mariscal Sucre, colonia Libertad, entre la parroquia San José y Teniente Hugo Ortiz, donde cuenta con 52 hectáreas de bosque para la reintroducción de especies recuperadas y la conservación de hábitat naturales para garantizar la supervivencia, tanto de la fauna nativa rehabilitada como de las poblaciones naturales presentes en estos remanentes.

El trabajo abarca no solo la conservación per se, sino también el estudio y acercamiento a la realidad social, económica y ambiental de los habitantes de la zona. Eso permite proponer estrategias para cumplir con los objetivos de conservación de la biodiversidad, inncluyendo a la población en la construcción de economías que fortalezcan su desarrollo. Para ello han realizado talleres de educación ambiental y han promovido actividades económicas como el turismo comunitario y ecológico.

“Hemos puesto alma, vida y corazón para la conservación de fauna y flora de esta zona donde nos vinculamos con Mariscal Sucre y las comunidades kichwa como Palma Roja y San Ramón”, señala Mora. Como un ambiente de transición propio de los Andes subtropicales entre las selvas altas y bajas de la Amazonía, la zona es rica en anfibios y se han registrado más de 40 especies, el 9% de los anfibios del Ecuador, así como 150 especies de aves. Entre muchos tipos de mamíferos, se destacan 5 primates severamente amenazados en otras zonas.

El reporte de especies no es solo trabajo de los biólogos. La presencia del mono parahuaco Pithecia monachus (Sipuru en lengua kichwa) fue un descubrimiento de los niños de la comunidad gracias al trabajo de educación ambiental que realiza el centro, mientras el censo de biodiversidad “ciencia ciudadana” (en el que la sociedad civil participa en actividades científicas como la recopilación de datos, análisis y divulgación de resultados) permitió identificar un oso hormiguero pigmeo Cyclopes didactylus (flor de balsa en nombre común) que está en peligro de extinción. “A pesar de que estamos en una zona con intervención humana, protegemos remanentes de bosque con especies consideradas indicadores biológicos que muestran el estado de conservación y la salud del ecosistema”, destaca la zootecnista. Un ejemplo de esto es la rana Atelopus spumarius, descubierta en la zona por reconocidos herpetólogos ecuatorianos del Centro de Investigación y Conservación de Anfibios Jambatu, una de las especies emblemáticas de Zanja Arajuno.

La participación comunitaria es un factor decisivo para el centro. Mariscal Sucre es un recinto de agricultores dedicados a la cañicultura y cultivo de productos como plátano, yuca y papachina, así como la piscicultura, ganadería y crianza de animales domésticos para el consumo familiar. Lupe Romero, comunera, resalta la importancia de la fauna silvestre para ellos: “De las 50 familias que habitamos aquí, hay muchas que se interesan por la conservación; hemos tenido charlas, capacitaciones e incluso incursionado en el turismo vivencial como alternativa”.  

Edil Cabrera, líder local recuerda: “Antes de conocer a Lucero y Medardo, también era cazador, pero me fui dando cuenta; ¡imagínense: sacar a un animal de esta zona cálida hacia la sierra!”. Para él, la conservación con participación comunitaria es importantísima. “Nosotros somos los que miramos lo que ocurre a nuestro alrededor, somos los ojos que ven todo lo que pasa, porque el pueblo lo ve y lo sabe todo”.

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Autores texto e imagen: Andrés Tapia y Kankuana Canelos

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